Guerra hispano-estatunidenca. Crònica de la guerra VII

Los norteamericanos parecen haber concentrado todo su interés sobre la plaza de Santiago de Cuba. ¿ Será porque la consideren realmente como base la más á propósito para sus acciones combinadas de mar y tierra en la isla? ¿Será simplemente por el deseo de hacer pagar cara á la escuadra del almirante Cervera, anclada en aquel puerto ( según la versión hasta ahora más anutorizada y según creencia de los comodoros Sampson y Schley), la treta que les jugó arribando a las costas cubanas sin que sus barcos pudieran estorbarle el paso, ni siquiera advertir su presencia? Eso ellos lo sabrán; pero sean cuales fueren las causas, el hecho es que no cejan en su propósito de apoderarse de aquella posición.

Hasta ahora, sin emhargo, no han logrado su empeño en ninguno de los tres ataques que contra la plaza llevan dirigidos. Del primero de ellos nos ocupamos en la crónica anterior, y sólo hemos de añadir que el crucero Cristobal Colón salió á alta mar persiguiendo á los buques enemigos hasta que se perdieron de vista.

No escarmentados con el fracaso de la primera intentona, en la madrugada del día 3 un crucero auxiliar yanki, el Merrimae, seguido de cerca por un acorazado, intentó forzar el canal que da entrada á la bahia; pero nuestras embarcaciones exploradoras, situadas fuera de la boca del puerto, sorprendieron este movimiento y no tardaron en romper el fuego contra los buques enemigos, secundandoles inmediatamente el crucero Reina Mercedes, anclado en la misma boca, las baterías de Socapa y Punta Gorda, los cazatorpederos y la estación de torpedos. Al poco rato el Merrimae, alcanzado por uno de éstos, se fué á pique viéndose el acorazado que le acompañaba obligado á retirarse, y quedando prisioneros un teniente de navio siete marineros del buque náufrago, sin sufrir por nuestra parte el menor daño, ni baja alguna.

Al dar cuenta almirante Sampson, pues él en persona lo dirigió, en vista sin duda del primer fracaso de Schley, del segundo ataque contra Santiago, le dice á su gobierno que logró echar á pique el Merrimae en el canal, de lo que se deduce que conscientemente había sacrificado aquel crucero de 4.000 toneladas á fin de obstruir la entrada del puerto y dejar por consiguiente encerrada á la escuadra del almirante Cervera. Si este era su propósiio, el calificativo más benigno que merece su ardid es el de inocente, pues bien debía alcanzarsele al comodoro que no era obra de romanos con los explosivos de que hoy se dispone quitar aquel estorbo, como realmente se ha quitado; y si con aquella manifestación quería disimular un descalabro y prevenir el mal efecto que la noticia de la pérdida del buque había de producir en los Estados Unidos…

La Ilustración artística, Barcelona 13 de junio de 1898

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