Cráneos desaparecidos

La desaparición del cráneo del conde de España se enmarca dentro de una larga tradición europea de cráneos viajeros y coleccionados.

Otros cráneos sustraídos:

El cráneo de Beethoven:
Paul Kaufmann, un hombre de negocios de California, puso a la venta la calavera de Beethoven que descubrió entre las pertenencias de su madre. Parece ser que un familiar era muy aficionado a la frenología y estuvo presente en la exhumación de los restos del músico en 1863, quedándose el cráneo para hacer un estudio científico.

El cráneo de Joseph Haydn:
Cuando muere Joseph Haydn en 1809, Napoleón todavía se encontraba a las puertas de Viena, por lo que en esos momentos se tuvieron que posponer los funerales de este magnífico músico. “Cuando lo fueron a enterrar en su tumba faltaba su cabeza”, señaló Montes. Dos seguidores de la teoría de la frenología, discípulos de un hombre conocido como Franz Joseph Gall, creían que estudiando las circunvoluciones del cráneo, unos pliegues de la superficie cerebral, se podía identificar aspectos de la persona como su inteligencia, bondad o valentía, por lo que no dudaron en robar la cabeza del compositor. Aunque los frenólogos admitieron haber tenido el cráneo de Haydn temporalmente en su posesión, la policía austriaca no pudo localizarlo con exactitud. El cráneo apareció en 1895 entre las posesiones de un profesor de anatomía que, años después, terminó dando la pieza para que pudiera ser enterrada junto con los restos del músico.

El cráneo de Mozart:
El presunto cráneo de Mozart fue “salvado” en 1801 por un sepulturero, aunque no se sabe dónde se conservó hasta 1842, cuando se hizo con él un grabador llamado Jakob Hyrtl.
El grabador lo legó en 1868 a su hermano Joseph, un profesor de Anatomía que a su vez se lo mostró a su compañero de estudios Ludwig August Frankl, primer autor de una descripción documental detallada de la calavera.
Hyrtl dio después el cráneo a la ciudad de Salzburgo, pero la valiosa reliquia desapareció poco después y no llegó a la ciudad natal de Mozart hasta 1902. Desde entonces ha sido objeto de investigaciones en numerosas ocasiones.

El cráneo de Shakespeare:
“Tenemos la sepultura de Shakespeare con una extraña alteración en la parte de la cabeza y tenemos una historia que sugiere que en algún momento de la historia alguien vino y se llevó el cráneo de Shakespeare”, indicó el arqueólogo Kevin Cuellos, de la Universidad inglesa de Staffordshire, que realizó este proyecto junto con la geofísica Erica Utsi.

El cráneo de Descartes:
Descartes murió en Suecia el 11 de febrero de 1650. El filósofo y científico se encontraba en ese país impartiendo clases a la joven reina Cristina. Dieciséis años reposó el cadáver de Descartes en el país escandinavo, hasta que se exhumó para ser trasladado a Francia. Fueron entonces sepultados en la iglesia de Ste. Geneviève-du-Mont en París, y durante la Revolución Francesa se colocaron en el Panthéon. Cuando 1819 volvieron a trasladar el cadáver y el ataúd fue abierto, la sorpresa fue mayúscula: faltaba el cráneo.
Así, no fue hasta el siglo XIX cuando el químico sueco Berzelius reconoció que el cráneo de Descartes estaba en su poder; hasta entonces había sido robado y subastado, apareciendo escritas en su frente todas las firmas de aquellos que la habían poseído durante casi dos centurias. El cráneo fue devuelto a Francia, donde se exhibió en el Musée de l’Homme en París.

El cráneo de Schiller:
Schiller, murió en el verano de 1805. El cadáver de Schiller fue enterrado en el llamado «panteón de la Caja» del cementerio de St. Jacob de Weimar, un lugar en el que tradicionalmente se enterraba a los ciudadanos distinguidos que no tenían una tumba propia. La apretada estrechez de este lugar de enterramiento hizo que en 1826, cuando por fin hubo que hacer espacio para nuevas sepulturas, el intento de sacar los huesos de Schiller de los ataúdes amontonados topara con la dificultad de encontrar en este «caos de moho y podredumbre »el cráneo correcto de entre otros veintidós -… el alcalde Schwabe, un schilleriano entusiasta, que dirigió la investigación, tuvo una inspiración: el cráneo más grande debía ser el de Schiller. Fue depositado en la biblioteca de la corte de Weimar, en una caja hecha expresamente, bajo el busto de Schiller obra de Dannecker. Poco después, Goethe hizo llevar el cráneo a su casa. Allí se quedó durante casi un año. De septiembre de 1826 a agosto del año siguiente, Goethe lo conservó bajo un vidrio, encima de un cojín de terciopelo azul. Sólo la visita del rey Luis I de Baviera, que quería ver «la biblioteca y el cráneo de Schiller», como el duque escribió precipitadamente a Goethe, condujo a su rápida devolución. Al parecer, durante este período sólo hubo una ocasión en que otras personas vieran el cráneo: el memorable 29 de diciembre de 1826, Goethe lo enseñó a un grupo de invitados, entre los que se encontraba el famoso erudito berlinés Wilhelm von Humboldt. Compararon, conmovidos, el cráneo de Schiller con el molde en yeso del cráneo de Rafael que Goethe había hecho confeccionar.

El cráneo de Goya:
Un anticuario Zaragozano adquirió un cuadro con una calavera pintada, firmado por Dionisio Fierros y fechado en 1849. La obra de este pintor de historia había pertenecido al marqués de San Adrián, según la etiqueta con la firma pegada al bastidor. Sobre esta misma madera del dorso, en tinta sepia y con una letra diferente a la autógrafa de quien fue protector de Goya y posteriormente de Fierros, alguien había escrito: «Cráneo de Goya pintado por Fierros».
El pintor murió a los 84 años en Burdeos, tras una agonía de quince días. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de la Gran Charteruse. Allí reposó el artista hasta que, en 1880, el cónsul español en Burdeos, Joaquín Pereyra, descubrió su tumba en estado ruinoso y movió los hilos diplomáticos para trasladar sus restos a España. Ocho años más tarde, cuando finalmente se procedió a abrir el sepulcro se encontraron con dos cajas sin identificar. La caja no mostraba ninguna señal de haber sido forzada y, sin embargo, faltaba la cabeza. «Todo hace creer que a Goya la enterrarían decapitado, bien por un médico o por algún furibundo coleccionista de restos de notables», escribió entonces Pereyra. El cónsul informó de los hechos en Madrid: «Esqueleto Goya no tiene cráneo», escribió y el Gobierno contestó con otro telegrama: “enviar Goya con cráneo o sin». Ante las dudas sobre los restos del pintor y Goicoechea, se decidió trasladar a España de ambos, aunque no se llevó a cabo hasta 1899.

El cráneo de Matahari:
Margaretha Geertruida Zelle, mas conocida como Mata Hari, fue fusilada el 15 de octubre de 1917. Su cuerpo fue a parar a la facultad de medicina. Allí se le amputó la cabeza que fue enviada al Museo de Anatomía de París de donde la robaron años después, se dice, por un admirador.

El cráneo de Murnau:
La cabeza del cineasta Friedrich Wilhelm Murnau, director de Nosferatu, una de las obras maestras del cine expresionista alemán, fue robada de su tumba en el cementerio de Stahnsdorf, en Berlín, en 2015.

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