Los repatriados
Asunto preferente entre cuantos suscita la suspensión de la guerra en las Antillas es el de los auxilios y socorros à prestar á los millares de soldados enfermos que ya han comenzado á desembarcar en la Coruña.
El soldado y el marino, primero é indispensable elemento de la guerra, han acreditado, en la que acaba España de sostener, ser excelentes. Han flaqueado y defraudado las esperanzas que en ellos pusiera la patria, los ministros, los políticos, acaso los generales y almirantes, con algunas excepciones: el marino y el soldado han cumplido honrosamente con su deber, como unánime reconoce la prensa extranjera; y en ellos, en sus grandes cualidades de abnegación, disciplina y valor funda la patria las pocas esperanzas de regeneración que para lo porvenir le quedan.
Bien está; oportuno y patriótico encontramos el pesamiento de persona tan competente y enterada de lo que es la guerra en las Antillas como el señor Dupuy de Lôme. La excitación que ha dirigido á la prensa periódica para que el público peninsular acuda en auxilio de los repatriados, constituyendo un respetable patronato que la organice, impulse y fomente, nos parece motivada y oportuna y nos asociamos á ella con toda la posible eficacia.
Propone el Sr. Dupuy que la «Asamblea Suprema de la Cruz Roja,» presidida por el general Polavieja y que cuenta con el alto patrocinio de S. M. la Reina Regente, ejerza el patronato de la gran obra caritativa y nacional de auxiliar á tantos millares de repatriados.
Repetimos que nos asociamos de corazón á un pensamiento tan noble, y que es presentado, además, bajo una forma práctica. Sin perjuicio de que ese plan haga camino, como ya lo está haciendo, pensamos que las Cortes que pronto van á reunirse se ocuparán, desde la primera sesión que celebren, en lo que realmente constituye el primero de sus deberes, en examinar, apoyar y completar en lo que fuere necesario las medidas numerosas, y en general acertadas, dictadas por el Gobierno con el propio objeto.
Auxilios eficaces é inmediatos para los repatriados serán, en, primer lugar, el pago de todo ó de una parte considerable de sus atrasos á los soldados, asi sanos como enfermos. Esa es una deuda de honor y de humanidad que debe ocupar lugar privilegiado en la mente de gobernantes y legisladores.
La idea formulada por el Sr. Blasco de destinar el fondo de la suscripción nacional al expresado socorro es buena y nos parece que no debe ser abandonaba, alegando el hecho de que el mencionado fondo, bin corto por cierto, ha sido consumido en gastos de guerra á medida que se recaudaba. Venga la cuenta de lo recaudado y de lo consumido, y veamos lo que resta. Desde luego parece que se habrán reservado las 700.000 pesetas asignadas por los suscriptores para fomento de la marina de guerra; y como esto no urge y como el donativo precedió á los desastres de la Armada, las Cortes podrían aplicarlas á la necesidad verdaderamente nacional y urgente de auxilio á los repatriados. Con mayor razón podrán hacerlo de las cantidades que dicha suscripción produzca de ahora en adelante, puesto que la guerra está en suspenso y puesto que los auxilios á heridos ó enfermos, por razón de la campaña, son una de las atenciones de aquélla.
Con lo que no estamos conformes es con la idea de un colega de la noche de que se señalen en general pensiones vitalicias á los licenciados del ejército de Cuba. Una cosa es que se les paguen con puntualidad las que, por sus servicios ó heroísmo y conforme á las ordenanzas y á las leyes militares hayan obtenido, y otra cosa muy distinta será otorgarlas por medida general. Esto último podría ocasionar para el afligido Tesoro español las consecuencias que para el muy robusto de los Estados Unidos tuvo una disposición análoga. La liquidación de aquél será una obra propia de Hércules y superior á las fuerzas de la nación: la prudencia aconseja no aumentar dficultades, ni aun con el más patriótico de los motivos.
En este terreno del auxilio á prestar á los hijos del pueblo que han sostenido en climas mortíferos la causa de la integridad territorial y del honor de España, la caridad particular puede conseguir más y más rápidamente que la acción del Gobierno. Por eso hallamos tan oportuno y de carácter tan práctico el pensamiento del Sr. Dupuy de Lome, que coincide con el que planteó con esfuerzo y con éxito nuestro ilustrado colega El Imparcial. Ambas acciones, sin embargo, lejos de ser opuestas, se completan, no habiendo necesidad de renunciar á ninguna de ellas.
De temer es, vista la enorme proporción del mal que se aspira á combatir, que, ni aun juntas la caridad privada, impulsada ahora por el patriotismo, y la acción del gobierno, sean suficientes para conseguir en totalidad su objeto.
La Época. 25 de agosto de 1898.