Entrados los migueletes en el monasterio, a poco ardió primero el archivo, y a seguida el rosetón de la fachada del templo vomitó rabiosas llamas, procedentes del incendio del órgano, el cual, situado sobre la puerta principal, abarcaba con su grandiosidad todo el ancho de la nave.
Del órgano el voraz elemento se propagó a lo restante del templo. Este, empero, y el archivo fueron las únicas piezas, bien que hartas, que ardieron.