La época
Miseria de los rebeldes.
El autoproclado presidente de la Junta insurreccional de la província de Matanzas, que llegó a Cayo Hueso a bordo del cañonero Annapolis, dice quelos insurgentes padecen una terrible miseria.
La época
Miseria de los rebeldes.
El autoproclado presidente de la Junta insurreccional de la província de Matanzas, que llegó a Cayo Hueso a bordo del cañonero Annapolis, dice quelos insurgentes padecen una terrible miseria.
Con el 5º episodio empezamos el 2º Capítulo
El Noticiero Universal, de Barcelona, denuncia un contrabando de harinas que se supone realizado en el puerto de La Habana. Ateniéndose a informes que se tienen por ciertos, dice que han entrado grandes partidas de harinas procedentes de Estados Unidos, haciéndolas pasar como salvado, y debiendo, por tanto, 10 reales por saco, en lugar de 20 pesetas que debían pagar .
La publicación se realizará conjuntamente con la Biblioteca Lambert Mata.
El tatuaje del escorpión consta de 345 páginas que están divididas en 6 capítulos:
1er capítulo: De delincuente barcelonés a filibustero caribeño
2º capítulo: Filibusteros e intervencionistas.
3r capítulo: El derrumbe de un imperio.
4º capítulo: El asedio de Santiago y la fiebre amarilla
5º capítulo: Regreso a Barcelona. Las bombas y huelgas.
6º capítulo: La reinvención de Barcelona y la Semana Trágica. La ciudad en llamas.
Estos capítulos se dividirán en episodios y se publicará semanalmente. Cada episodio constará de 10 a 15 páginas y se publicarán los lunes hasta cumplir el total del relato.
Las dieciséis listas publicadas en el Diario de Barcelona hasta el mes de octubre de 1835 dan un total de más de un millar de deportados a Cuba y sólo tres (0,3%) pertenecen al Ripollès. Los ripolleses o eran terriblemente hábiles hauyendo o se habían mantenido al margen siendo pocos los implicados en el levantamiento carlista. En las escasas listas de presentados o de fusilados tampoco aparecen ripolleses, sabemos que no son cifras exhaustivas, pero.
A partir del mes de mayo de 1834 el “Diario de Barcelona” empieza a publicar listas de prisioneros carlistas deportados a Cuba para hacer servicio de armas, anotando estado, procedencia y facción, entre otras listas de presidiarios con el mismo destino.
En la correspondiente al periódico del lunes 22 de junio ( la décima) aparece por primera vez un habitante de la comarca.
Cuando, terminada la guerra, los ripolleses se afanaron en reconstruir y restaurar su población, acudieron sin escrúpulo a los edificios monasteriales, y cual si fueran cantera común, con sus materiales procuraron edificar sus casas.
Si el monasterio quedó desolado, escribe el ripollés Padre Portusach, por el incendio, mucho más se deterioró por los destrozos y robos que consecutivamente ejecutaban los naturales de la villa. Entre otros un picaro que servía en clase de hospitalero, (cuyo hospital estaba) situado en los aposentos menos ruinosos del monasterio, se ocupaba de noche en aserrar los extremos de las vigas ó viguetas de los claustros para hacer que se cayesen poco á poco, y aprovecharse de ellas.
De toda la anterior relación de los sucesos de Ripoll resulta muy claro que el daño causado por la agresión de los migueletes a los edificios monacales no tuvo importancia. Sólo ardió el interior del templo y el archivo y biblioteca. Los claustros y casas de los monjes, ni poco ni mucho participaron del fuego; y aun del mismo templo sólo ardió lo interior, como retablos y adornos, pues la bóveda permaneció intacta, y mucho más la superior techumbre. Tan entero quedó el edificio del templo que Don Eudaldo Raguer alcanzó que de nuevo se pudiese en él decir Misa. La restauración era asunto fácil; y sin embargo, al cabo de algunos años, el Monasterio se había trocado en un rimero de ruinas. Debemos ahora estudiar por qué caminos se llegó a tan fatal resultado.
Entrados los migueletes en el monasterio, a poco ardió primero el archivo, y a seguida el rosetón de la fachada del templo vomitó rabiosas llamas, procedentes del incendio del órgano, el cual, situado sobre la puerta principal, abarcaba con su grandiosidad todo el ancho de la nave.
Del órgano el voraz elemento se propagó a lo restante del templo. Este, empero, y el archivo fueron las únicas piezas, bien que hartas, que ardieron.
Todos estos hechos debían ser parte para que los monjes vigilaran; y a no bastar éstos, se dice que recibían avisos de Barcelona, donde se había ya perpetrado el crimen. Después del incendio
de los conventos de Barcelona, en agosto de 1835, el capitán general Llauder… llegó fugitivo á eso de las once de la noche á Ripoll, acompañado de 700 ú 800 hombres, y se hospedó en la abadía….. A las tres de la madrugada marchó en dirección á Francia, y la tropa abandonada por su General volvió á Ripoll. El Comandante del regimiento, que era Don Quirico, avisó en la plaza á varios monjes á fin de que se guardasen. Así escribe un cronista ripollés, pero omite decirnos el dia del paso de Llauder por Ripoll. Sin embargo, por documentos emanados de la mano de Llauder sabemos que el 5 estaba en Vich y el 8 en Puigcerdà, y por lo mismo su estancia en Ripoll se efectuó en una de las tres noches que van desde el 5 al 8 de agosto. Poseo datos para creer que fué en la del 5 al 6.
Son del monje de este cenobio Don Joaquín Xifré las siguientes palabras: Tiempo antes de la catástrofe el Comandante de armas de Ripoll me encargó manifestara á los monjes la prudente conveniencia de que se retiraran del monasterio, en razón á que disponía de poca fuerza de ejército, y de que por lo mismo le sería difícil contener un ataque si se intentase.
… y de aquí sin duda que algunos de los cenobitas fuesen a encontrar al jefe del batallón, el cual les dijo que un atentado á veces difícilmente se evita, y así que les aconsejaba que pusieran a salvo cuanto pudiesen. Por este aviso sin duda, y por otros repetidos recibidos por los monjes, éstos sacaron o pusieron a salvo sus objetos de valor y papeles de importancia.