Los arancini, una herencia árabe

El arancino (arancinu o arancina en siciliano, según la región, y en plural arancini o arancine respectivamente.

Fueron los árabes, de hecho, quienes introdujeron en Sicilia las diferentes especies utilizadas en la condimentación de las recetas isleñas, como el azúcar, los cítricos, la canela o el azafrán, además del arroz tan presente en las recetas de los arancinis (bola de arroz repleta de ragú de carne o guisantes o de jamón y queso) emblema de la cocina siciliana. Su origen se halla en el periodo del Emirato de Sicilia, entre los años 965 y 1072, cuando se introdujo la tradición de comer arroz condimentado con azafrán, hierbas, especias y carne. Palermo se convirtió en la capital del nuevo emirato de Sicilia, y durante dos siglos se transformó en una de las ciudades más bellas del mundo árabe, un refugio cultural y comercial cuya única rival era Córdoba.

El claustro de Santa María de Ripoll XXIV

Las piedras cuentan las historias que tus ojos dibujan

Capitel de la galería Occidental del siglo XII, románica, construida bajo los abadiatos de: Pedro Ramón, Gausfred y Ramón de Berga

Siglo XIX, destrucción del monasterio

Contexto historico que emmarca la destrucción del monasterio de Santa Maria de Ripoll

Flan de naranja

Se ponen 4 huevos completos (claras y yemas), media libra de azúcar y el jugo de cuatro naranjas. Se hace hervir al baño María al igual que un flan de leche.

Recetario  de Agustí Cavalleria i Deop.
Arxiu Comarcal del Ripollès

El claustro de Santa María de Ripoll XXIII

Las piedras cuentan las historias que tus ojos dibujan

Imposta galería sudoriental siglo XIV. Obrada por el taller de Jordi María bajo la abadiato del abad Ramon Descatllar y de Palasol (enero 1387 – 09 1408).

(…) Ripoll volvió a una cierta normalidad política e institucional hasta que estalló la guerra de Sucesión en el Principado. Son pocos los datos que tenemos de esta época. Sin embargo, sí son suficientes para poder afirmar que durante los años que duró la guerra, los hombres de la villa practicaron una indefinición calculada entre ambos bandos como táctica para obtener un consejo de gobierno propio independiente del abad: dar apoyo al archiduque Carlos o al duque de Anjou sólo era cuestión de lo que estos podían hacer por su causa local. Más que nunca cobra fuerza la hipótesis de Joaquim Albareda por la que afirma que el problema político existente en Cataluña durante los años de la guerra de Sucesión, para los hombres de Ripoll, tenía poca importancia frente al conflicto cotidiano de la ciudad, que influía a la hora de alinearse con los Borbones o con los Austrias. Una vez más, vemos como la oportunidad venía dada por el desbarajuste y el hecho bélico.
Por esta época encontramos dos documentos sobre la formación de un gobierno consular, similares pero con algunos rasgos diferenciados. Ambos corresponden a privilegios de insaculación municipal para la ciudad de Ripoll, pero, mientras que el uno corresponde al otorgado por el archiduque Carlos en 1707, y que permaneció vigente hasta el final de la guerra, el otro corresponde el duque Felipe de Anjou. Pero … cuando otorgó el Borbón un privilegio municipal a la población de Ripoll? Hasta la actualidad este hecho nos es completamente desconocido.
…..

Así, el 14 de junio de 1707, y después de pagar una cantidad a cambio superior a los mil doblones, la villa de Ripoll erige oficialmente con el estatuto jurídico de universidad con un Consejo de Gobierno y tres cónsules en la iglesia de San Pedro de Ripoll, ante el veguer de Vic, por orden real y privilegio de Carlos III en la ciudad de Ripoll. Sin embargo, hay que decir que la ciudad no pasó a jurisdicción real, sino que continuaba dependiendo del abad del monasterio de Santa María, a quien los cónsules debían jurar fidelidad al ser escogidos y tenían que pedir licencia para reunirse. Esta última solicitud, sin embargo, era más simbólica que real, dado que si el abad denegaba este ayuntamiento, los cónsules y Consejo podían igualmente juntarse a sonido de trompeta o de campana. Además, tenían que prometer que, en el ejercicio de su cargo, no promoverían ningún pleito de reversión a la Corona ni contra la jurisdicción del abad sobre la villa.

Finalmente, el 8 de marzo de 1715 se llevó a cabo un decreto de la Real Junta Superior del Gobierno que, a instancia del abad Félix de Vilaplana, ordenó que pasara un ministro del rey Felipe V para la población de Ripoll por reintegra -la a la obediencia del monasterio y abad de Santa María de Ripoll, anulando la forma de gobierno consular. Esta anulación tuvo lugar el 25 de marzo de 1715.

Una vila menestral sota el règim feudal. Ripoll i la seva
lluita contra el monestir (1678-1719)

El siglo XVIII comenzó con la guerra de sucesión y terminó con la guerra Grande. Para Ripoll, una gran fábrica de armas, fue uno de los siglos esplendorosos.

Sopa de Calabaza

Entre las diversas recetas de escudillas y sopas de calabaza, ésta, muy sustanciosa, procede de Andorra y de las comarcas del Pirineo, y se parece a las sopas de calabaza que hacían los monjes. El cocinero fray Francisco del Santísimo Sacramento nos propone una escudilla de melón y una de calabaza, con arroz, con el melón o la calabaza pasados «por el molinillo».

Ingredientes

400 g de calabaza
1 cebolla
1 patata
un puñado de judías cocidas (unos 50 g)
1 hueso de cerdo salado
1 trozo de tocino
un puñado de arroz (unos 50 g)
25 g de fideos
2 L de agua
sal

Elaboración

 

Poner a hervir el agua con los huesos, el tocino y la cebolla. Dejar hervir unas 2 horas a fuego lento, espumante ello. A continuación, añadir la calabaza cortada en trozos, sin piel ni semillas. A continuación, poner la patata cortada en dados y seguidamente el arroz y los fideos. Dejar cocer unos 15 o 20 minutos. Rectificar de sal y dejar reposar un cuarto antes de servirlo.
También puede hacer hervir las judías con los huesos. Puede poner brote de pecho, codillo, gallina, así como una pelota (como la de la escudilla y cocido) o morcilla. También se suele poner una bola de manteca o tocino rancio, que se deja deshacer en el caldo una media hora antes de sacarlo del fuego.
Igualmente, se puede hacer una versión vegetal, como la que hace fray Francisco del Santísimo Sacramento, aunque añade leche de almendras y azúcar, tal como se hacía en la cocina medieval y del barroco.

La cocina de 1714. Historia y recetas. Jaume Fàbrega

 

El claustro de Santa Maria de Ripoll XXII

Las piedras explican las historias que tus ojos dibujan

Imposta de la galeria Sud-Oriental del segundo piso, primera mitad del sigle XV, del taller de Tortosa, construida bajo los abadiatos de Ramon Descatllar i Palasol ( 1387-1408), Marc de Vilalba (1408-1409), Berenguer de Rajadell i de Boixadors ( 1409-1410) i Dalmau de Castellà i Despon ( 1410-1439).

Don Quijote i Perot Rocaguinarda II

Próximo a su fin novelesco, es cuando en el Quijote se hace más patente la afinidad del ideario del protagonista con el único personaje histórico que surge en el relato, Roque Guinart, frente al de los poderosos que afloran en
esta Segunda parte, como el Caballero del Verde Gabán y los duques;….

Encuentro

Parte SEgunda, Libro Octavo

Cap. LX. De lo que sucedió à Don Quixote yendo à Barcelona

Acudieron los bandoleros a espulgar al rucio, y a no dejarle ninguna cosa de cuantas en las alforjas y la maleta traía; y avínole bien a Sancho que en una ventrera que tenía ceñida venían los escudos del duque y los que habían sacado de su tierra, y, con todo eso, aquella buena gente le escardara y le
mirara hasta lo que entre el cuero y la carne tuviera escondido, si no llegara en aquella sazón su capitán, el cual mostró ser de hasta edad de treinta y cuatro años, robusto, más que de mediana proporción, de mirar grave y color morena. Venía sobre un poderoso caballo, vestida la acerada cota, y con cuatro pistoletes –que en aquella tierra se llaman pedreñales– a los lados. Vio que sus
escuderos, que así llaman a los que andan en aquel ejercicio, iban a despojar a Sancho Panza; mandóles que no lo hiciesen, y fue luego obedecido; y así se escapó la ventrera. Admiróle ver lanza arrimada al árbol, escudo en el suelo, y a don Quijote armado y pensativo, con la más triste y melancólica figura que pudiera formar la misma tristeza. Llegóse a él diciéndole:
–No estéis tan triste, buen hombre, porque no habéis caído en las manos de algún cruel Osiris, sino en las de Roque Guinart, que tienen más de compasivas que de rigurosas.
–No es mi tristeza –respondió don Quijote– haber caído en tu poder, ¡oh valeroso Roque, cuya fama no hay límites en la tierra que la encierren!, sino por haber sido tal mi descuido, que me hayan cogido tus soldados sin el freno, estando yo obligado, según la orden de la andante caballería, que profeso, a vivir contino alerta, siendo a todas horas centinela de mí mismo; porque te hago saber, ¡oh gran Roque!, que si me hallaran sobre mi caballo, con mi lanza y con mi escudo, no les fuera muy fácil rendirme, porque yo soy don Quijote de la Mancha, aquel que de sus hazañas tiene lleno todo el orbe.
Luego Roque Guinart conoció que la enfermedad de don Quijote tocaba más en locura que en valentía, y, aunque algunas veces le había oído nombrar, nunca tuvo por verdad sus hechos, ni se pudo persuadir a que semejante humor reinase en corazón de hombre; y holgóse en estremo de haberle encontrado, para tocar de cerca lo que de lejos dél había oído; y así, le dijo:
–Valeroso caballero, no os despechéis ni tengáis a siniestra fortuna ésta en que os halláis, que podía ser que en estos tropiezos vuestra torcida suerte se enderezase; que el cielo, por estraños y nunca vistos rodeos, de los hombres no imaginados, suele levantar los caídos y enriquecer los pobres.
Ya le iba a dar las gracias don Quijote, cuando sintieron a sus espaldas un ruido como de tropel de caballos, y no era sino un solo, sobre el cual venía a toda furia un mancebo, al parecer de hasta veinte años, vestido de damasco verde, con pasamanos de oro, greguescos y saltaembarca, con sombrero terciado, a la valona, botas enceradas y justas, espuelas, daga y espada doradas, una
escopeta pequeña en las manos y dos pistolas a los lados. Al ruido volvió Roque la cabeza y vio esta hermosa figura, la cual, en llegando a él, dijo:
–En tu busca venía, ¡oh valeroso Roque!, para hallar en ti, si no remedio, a lo menos alivio en mi desdicha; y, por no tenerte suspenso, porque sé que no me has conocido, quiero decirte quién soy: y soy Claudia Jerónima, hija de Simón Forte, tu singular amigo y enemigo particular de Clauquel Torrellas, que asimismo lo es tuyo, por ser uno de los de tu contrario bando; y ya sabes que este Torrellas tiene un hijo que don Vicente Torrellas se llama, o, a lo menos, se llamaba no ha dos horas. Éste, pues, por abreviar el cuento de mi desventura, te diré en breves palabras la que me ha causado. Viome, requebróme,  escuchéle, enamoréme, a hurto de mi padre; porque no hay mujer,
por retirada que esté y recatada que sea, a quien no le sobre tiempo para poner en ejecución y efecto sus atropellados deseos. Finalmente, él me prometió de ser mi esposo, y yo le di la palabra de ser suya, sin que en obras pasásemos adelante. Supe ayer que, olvidado de lo que me debía, se casaba
con otra, y que esta mañana iba a desposarse, nueva que me turbó el sentido y acabó la paciencia; y, por no estar mi padre en el lugar, le tuve yo de ponerme en el traje que vees, y apresurando el paso a este caballo, alcancé a don Vicente obra de una legua de aquí; y, sin ponerme a dar quejas ni a oír
disculpas, le disparé estas escopetas, y, por añadidura, estas dos pistolas; y, a lo que creo, le debí de encerrar más de dos balas en el cuerpo, abriéndole puertas por donde envuelta en su sangre saliese mi honra. Allí le dejo entre sus criados, que no osaron ni pudieron ponerse en su defensa. Vengo a buscarte para que me pases a Francia, donde tengo parientes con quien viva, y asimesmo a rogarte defiendas a mi padre, porque los muchos de don Vicente no se atrevan a tomar en él desaforada venganza.
Roque, admirado de la gallardía, bizarría, buen talle y suceso de la hermosa Claudia, le dijo:
–Ven, señora, y vamos a ver si es muerto tu enemigo, que después veremos lo que más te importare. Don Quijote, que estaba escuchando atentamente lo que Claudia había dicho y lo que Roque Guinart respondió, dijo:
–No tiene nadie para qué tomar trabajo en defender a esta señora, que lo tomo yo a mi cargo: denme mi caballo y mis armas, y espérenme aquí, que yo iré a buscar a ese caballero, y, muerto o  vivo, le haré cumplir la palabra prometida a tanta belleza.
–Nadie dude de esto –dijo Sancho–, porque mi señor tiene muy buena mano para casamentero, pues no ha muchos días que hizo casar a otro que también negaba a otra doncella su palabra; y si no fuera porque los encantadores que le persiguen le mudaron su verdadera figura en la de un lacayo, ésta fuera la hora que ya la tal doncella no lo fuera.
Roque, que atendía más a pensar en el suceso de la hermosa Claudia que en las razones de amo y mozo, no las entendió; y, mandando a sus escuderos que volviesen a Sancho todo cuanto le habían quitado del rucio, mandándoles asimesmo que se retirasen a la parte donde aquella noche habían estado alojados, y luego se partió con Claudia a toda priesa a buscar al herido, o muerto, don Vicente. Llegaron al lugar donde le encontró Claudia, y no hallaron en él sino recién derramada sangre; pero, tendiendo la vista por todas partes, descubrieron por un recuesto arriba alguna gente, y diéronse a entender, como era la verdad, que debía ser don Vicente, a quien sus criados, o muerto
o vivo, llevaban, o para curarle, o para enterrarle; diéronse priesa a alcanzarlos, que, como iban de espacio, con facilidad lo hicieron.
Hallaron a don Vicente en los brazos de sus criados, a quien con cansada y debilitada voz rogaba que le dejasen allí morir, porque el dolor de las heridas no consentía que más adelante pasase.
Arrojáronse de los caballos Claudia y Roque, llegáronse a él, temieron los criados la presencia de Roque, y Claudia se turbó en ver la de don Vicente; y así, entre enternecida y rigurosa, se llegó a él, y asiéndole de las manos, le dijo:
–Si tú me dieras éstas, conforme a nuestro concierto, nunca tú te vieras en este paso.
Abrió los casi cerrados ojos el herido caballero, y, conociendo a Claudia, le dijo:
–Bien veo, hermosa y engañada señora, que tú has sido la que me has muerto: pena no merecida ni debida a mis deseos, con los cuales, ni con mis obras, jamás quise ni supe ofenderte.
–Luego, ¿no es verdad –dijo Claudia– que ibas esta mañana a desposarte con Leonora, la hija del rico Balvastro?
–No, por cierto –respondió don Vicente–; mi mala fortuna te debió de llevar estas nuevas, para que, celosa, me quitases la vida, la cual, pues la dejo en tus manos y en tus brazos, tengo mi suerte por venturosa. Y, para asegurarte desta verdad, aprieta la mano y recíbeme por esposo, si quisieres, que no tengo otra mayor satisfación que darte del agravio que piensas que de mí has recebido.
Apretóle la mano Claudia, y apretósele a ella el corazón, de manera que sobre la sangre y pecho de don Vicente se quedó desmayada, y a él le tomó un mortal parasismo. Confuso estaba Roque, y no sabía qué hacerse. Acudieron los criados a buscar agua que echarles en los rostros, y trujéronla, con que se los bañaron. Volvió de su desmayo Claudia, pero no de su parasismo don Vicente, porque se le acabó la vida. Visto lo cual de Claudia, habiéndose enterado que ya su dulce esposo no vivía, rompió los aires con suspiros, hirió los cielos con quejas, maltrató sus cabellos, entregándolos al viento, afeó su rostro con sus propias manos, con todas las muestras de dolor y sentimiento que de un lastimado pecho pudieran imaginarse.
–¡Oh cruel e inconsiderada mujer –decía–, con qué facilidad te moviste a poner en ejecución tan mal pensamiento! ¡Oh fuerza rabiosa de los celos, a qué desesperado fin conducís a quien os da acogida en su pecho! ¡Oh esposo mío, cuya desdichada suerte, por ser prenda mía, te ha llevado del tálamo a la sepultura!
Tales y tan tristes eran las quejas de Claudia, que sacaron las lágrimas de los ojos de Roque, no acostumbrados a verterlas en ninguna ocasión. Lloraban los criados, desmayábase a cada paso Claudia, y todo aquel circuito parecía campo de tristeza y lugar de desgracia. Finalmente, Roque Guinart ordenó a los criados de don Vicente que llevasen su cuerpo al lugar de su padre, que estaba allí cerca, para que le diesen sepultura. Claudia dijo a Roque que querría irse a un monasterio donde era abadesa una tía suya, en el cual pensaba acabar la vida, de otro mejor esposo y más eterno acompañada. Alabóle Roque su buen propósito, ofreciósele de acompañarla hasta donde quisiese, y
de defender a su padre de los parientes y de todo el mundo, si ofenderle quisiese. No quiso su compañía Claudia, en ninguna manera, y, agradeciendo sus ofrecimientos con las mejores razones que supo, se despedió dél llorando. Los criados de don Vicente llevaron su cuerpo, y Roque se volvió a los suyos, y este fin tuvieron los amores de Claudia Jerónima. Pero, ¿qué mucho, si tejieron la trama de su lamentable historia las fuerzas invencibles y rigurosas de los celos?
Halló Roque Guinart a sus escuderos en la parte donde les había ordenado, y a don Quijote entre ellos, sobre Rocinante, haciéndoles una plática en que les persuadía dejasen aquel modo de vivir tan peligroso, así para el alma como para el cuerpo; pero, como los más eran gascones, gente rústica y desbaratada, no les entraba bien la plática de don Quijote. Llegado que fue Roque, preguntó a Sancho Panza si le habían vuelto y restituido las alhajas y preseas que los suyos del rucio le habían quitado. Sancho respondió que sí, sino que le faltaban tres tocadores, que valían tres ciudades.
–¿Qué es lo que dices, hombre? –dijo uno de los presentes–, que yo los tengo, y no valen tres reales.
–Así es –dijo don Quijote–, pero estímalos mi escudero en lo que ha dicho, por habérmelos dado quien me los dio.
Mandóselos volver al punto Roque Guinart, y, mandando poner los suyos en ala, mandó traer allí delante todos los vestidos, joyas, y dineros, y todo aquello que desde la última repartición habían robado; y, haciendo brevemente el tanteo, volviendo lo no repartible y reduciéndolo a dineros, lo repartió por toda su compañía, con tanta legalidad y prudencia que no pasó un punto ni defraudó nada de la justicia distributiva. Hecho esto, con lo cual todos quedaron contentos, satisfechos y pagados, dijo Roque a don Quijote:
–Si no se guardase esta puntualidad con éstos, no se podría vivir con ellos.
A lo que dijo Sancho:
–Según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia, que es necesaria que se use aun entre los mesmos ladrones.
Oyólo un escudero, y enarboló el mocho de un arcabuz, con el cual, sin duda, le abriera la cabeza a Sancho, si Roque Guinart no le diera voces que se detuviese. Pasmóse Sancho, y propuso de no descoser los labios en tanto que entre aquella gente estuviese.
Llegó, en esto, uno o algunos de aquellos escuderos que estaban puestos por centinelas por los caminos para ver la gente que por ellos venía y dar aviso a su mayor de lo que pasaba, y éste dijo:
–Señor, no lejos de aquí, por el camino que va a Barcelona, viene un gran tropel de gente. A lo que respondió Roque:
–¿Has echado de ver si son de los que nos buscan, o de los que nosotros buscamos?
–No, sino de los que buscamos –respondió el escudero.
–Pues salid todos –replicó Roque–, y traédmelos aquí luego, sin que se os escape ninguno.
Hiciéronlo así, y, quedándose solos don Quijote, Sancho y Roque, aguardaron a ver lo que los escuderos traían; y, en este entretanto, dijo Roque a don Quijote:
–Nueva manera de vida le debe de parecer al señor don Quijote la nuestra, nuevas aventuras, nuevos sucesos, y todos peligrosos; y no me maravillo que así le parezca, porque realmente le confieso que no hay modo de vivir más inquieto ni más sobresaltado que el nuestro. A mí me han puesto en él no sé qué deseos de venganza, que tienen fuerza de turbar los más sosegados corazones; yo, de mi natural, soy compasivo y bien intencionado; pero, como tengo dicho, el querer vengarme de un agravio que se me hizo, así da con todas mis buenas inclinaciones en tierra, que persevero en este estado, a despecho y pesar de lo que entiendo; y, como un abismo llama a otro y un pecado a otro pecado, hanse eslabonado las venganzas de manera que no sólo las mías, pero las ajenas tomo a mi cargo; pero Dios es servido de que, aunque me veo en la mitad del laberinto de mis confusiones, no pierdo la esperanza de salir dél a puerto seguro.

Don Quijote BNE

Imagen del fondo de la BNE

Judías blancas con perdiz

Ingredientes para 4 personas:
Judías blancas 3/4 de kilo
1 perdiz y aceite de oliva
1 cabeza de ajos
Unas ramas de romero y tomillo
2 hojas de laurel y sal
Si se dispone de una olla de barro para la elaboración de las judías el sabor será inigualable y más propio
de la época, ya que el fuego de leña, complemento ideal para este plato es difícil de conseguir hoy en día, se colocan en ella las judías que habremos dejado en remojo la noche antes cubiertas de agua fría hasta que den el primer hervor; asustarlas con agua fría de vez en cuando para que no se deshagan.
La perdiz, el romero, el tomillo, estos dos últimos en una red de cocina para evitar que se dispersen en el guiso, el laurel y los ajos se añaden a un tiempo y se mantiene a fuego lento.
Para un buen resultado retirar la espuma cada 10 ó 15 minutos. Antes de echar la sal y un chorrito de aceite de oliva retirar las ramas de romero y tomillo. Dejar a fuego muy lento hasta el momento de servir. Las judías deben quedar jugosas sin mucho caldo y el que quede bien trabado.

La cocina del Quijote

 

 

El claustro de Santa Maria de Ripoll XXI

Las piedras explican las historias que tus ojos dibujan

Imposta de la galeria Sud-Oriental del segundo piso, primera mitad del sigle XV, del taller de Tortosa, construida bajo los abadiatos de Ramon Descatllar i Palasol ( 1387-1408), Marc de Vilalba (1408-1409), Berenguer de Rajadell i de Boixadors ( 1409-1410) i Dalmau de Castellà i Despon ( 1410-1439).

Don Quijote y Perot Rocaguinarda I

Fragmentos de mi cartera de viaje.
El jubileo de Schiller en Bérlin.

No puedo dejar de consignar aquí, en honor de Cervantes, una honrosa confesión de Schiller, en la cual dice que la creación de Carlos Moor, el primer personaje de su primera obra dramática, titulada: Los Ladrones (Die Rauher) se la debe al autor del Quijote. Carlos Moor, ha nacido de Roque Guinart, aquel célebre capitán de bandoleros con quien D. Quijote se encuentra, ya en sus postreras aventuras y camino de Barcelona.
Como Carlos Moor, Roque Guinart es el bandido magnánimo, de quien se separaron los capitanes de las compañías de Napóles, según dice Cervantes, admirados de su nobleza, de su gallarda disposición y estraño proceder, teniéndole mas
por Alejandro Magno que por ladrón conocido. «Roque Guinart es el bandido caballeresco que no hacia mal á mujer ninguna, que las protegía aún á riesgo de su vida y de cuya equidad en la repartición dé lo que se habia robado, queda Sancho tan satisfecho que esclama: «Según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia que es necesario que se use aun entre los mesmos ladrones.»

Guillermo Matta, Berlín 17 de noviembre de 1859

La América ( Madrid, 1857)

BNE

Don Quijote sorprendido por la cuadrilla de Roque Guinart

Antonio Carnicero 1773

BNE

Tipos y caracteres regionales en el «Quijote»

Respecto á Cataluña, observaremos el gran elogio de Barcelona, á pesar que de aquel país salió, según se cree, el Quijote de Avellaneda. Lo más notable de esta parte de la obra és lo relativo al bandolero Roque Guinart, tipo que faltaba en el libro, que sólo nos había presentado los malhechores presos. El tipo del bandido catalán es sumamente interesante, pues une en él la valentía y la nobleza, bien extraña en aquella profesión; todos los bandoleros de su banda presentan los rasgos propios del genio catalán, siempre dispuesto á todo lo arriesgado. D. Antonio Moreno retrata la hidalguía catalana, siendo éstos los tipos notables de esta región que en el libro sobresalen.

Antonio Balbín de Unquera

El Álbum ibero americano 14-5-1907

BNE

PEROT ROCA GUINARDA; historia d’aquést bandoler, por Luis María Soler y Terol (con ilustraciones é impresión de gran lujo).—Manresa, any 1909.

Recordará el lector que en los capítulos LX y LXI de la segunda parte del Quijote, aparece en escena un bandolero catalán, Roque Guinart, que acompaña al héroe manchego á Barcelona y le muestra la grandeza de esta cindad.
Este personaje no fué una invención de Cervantess, sino que vivió en aquella época, de 1582 á 1614, ejerciendo el bandolerismo diez años seguidos, interviniendo en muchos acontecimientos de la historia de Cataluña, hasta que indultado y desterrado á Napóles, allí también da mucho que hablar y no poco que penar.
…….
Es curioso que siendo Roque Guinart solamente el jefe de uno de los bandos de Narros y Cadells que, á semejanza de los Güelfos y Gibelinos, en Milán, los Parfos y Médicis, en Florencia, los Beamonteses y Agrámonteses, de Navarra, y los Gamboínos y Oñatinos, de la antigua Vizcaya, perturbaban el estado social de la comarca catalana de Vich, el nombre de bandolero, simple jefe de bando, llegase á degenerar para no designar sino ladrones en cuadrilla, Narros y Cadells tenían á mucha honra llamarse bandoleros; y si este nombre se hizo sinónimo de malhechores, fué parque los enemigos, en las guerras, tenían costumbre de insultarse con los peores epítetos.

Nuestro Tiempo ( Madrid) 7-1909

BNE

DESDE BARCELONA
Antiguo y moderno

Y don Manuel de Melo va siguiendo la descripción de los catalanes del siglo XVIII con tan abundante siembra de adjetivos truculentos que no parece sino que la Catalufia de entonces era una tierra dividida entre gente pacífica y bandoleros.
Tal vez Melo subraye excesivamente la bárbara vida catalana de antaño; pero nos ha dejado la tradición excesivos nombres de capitanes de cuadrilla para no creer en la abundancia y en lo pródigo de sus desafueros. La literatura ha conservado el tipo legendario de D. Juan de Scrrallonga, y el mismo «Quijote» nos habla del bandolero Roque Guinart «cuya fama no hay limites en la tierra que la encierren», y aun antes cuando Sancho y Don Quijote tropiezan con racimos de bandoleros ahorcados, el buen hidalgo le dice a su escudero: «Por aquí los suele ahorcar la Justicia de veinte en veinte y de treinta en treinta, por donde me doy a entender que estamos cerca de Barcelona.» Y aún la literatura ni la leyenda hablan de otros bandoleros extraordinarios, como aquel D. Pedro de Santa Cilia, que llegó a matar a trescientas veinticinco personas «por sus manos o industria» —escribe Melo—. Todo lo cual, palabras del «Quijote», leyendas y enumeraciones históricas, demuestran que la Cataluña de antaño sobrepuja a la actual en desgobierno, en crimen y en ladroneria.

Mario Aguilar

La Libertad ( Madrid 1919)

BNE

DUELOS I QUEBRANTOS

Cervantes refiere que la dieta del hidalgo manchego, compuesta de “una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda”

Ingredientes para cuatro
personas:
3 huevos,
100 gramos de panceta de cerdo
Jamón y picadillo
Sesos de cordero
Aceite de oliva
1 cucharada de vinagre
Sal, pimienta y una hoja de laurel
Puestos manos a la obra lo primero es freír el jamón, la panceta en trozos, en una sartén amplia, utilizando la propia grasa que sueltan los torreznos. Se cuecen los sesos con el laurel, el vinagre y la sal, se limpian, se trocean y se saltean en un poco de aceite de oliva. Por último se baten los huevos, se salpimientan y se hace un revuelto con los ingredientes anteriores.
Si queremos darles un toque tradicional y exquisito se puede servir adornado con pan frito y combinado con setas.

La Cocina de El Quijote

 

El claustro de Santa Maria de Ripoll XX

Las piedras explican las historias que tus ojos dibujan

Imposta de la galeria Sud-Oriental del segundo piso, primera mitad del sigle XV, del taller de Tortosa, construida bajo los abadiatos de Ramon Descatllar i Palasol ( 1387-1408), Marc de Vilalba (1408-1409), Berenguer de Rajadell i de Boixadors ( 1409-1410) i Dalmau de Castellà i Despon ( 1410-1439).

Bajo el nombre de “nyerros” y “cadells”, llegado el caso, podían esconderse, auténticos antagonismos sociales. Así sucedió al menos en Ripoll en 1610, cuando el secular conflicto entre la villa y el monasterio en torno a la creación de un consejo municipal independiente de la autoridad abacial tomó el nombre y la forma de una bandosidad entre “nyerros” y “cadells” ; quizás simplemente porque el abad , entonces Francisco de Pons, era un reputado cabecilla nyerro, que se hizo ayudar, además, por los bandoleros de la facción vigatana: los Vilademany y Vila Savassona.
No es extraño, pues, que los lugareños se hayan hecho secundar, a su vez, por los efectivos de la cuadrilla contraria de los hermanos Trucafort.
Episodios similares han sido aducidos, a veces, con el fin de probar que los “cadells” fueron un bando antifeudal o popular. Pero esta sería una connotación meramente accidental y puntual, que no se puede extrapolar ni siquiera en un ámbito geográfico reducido. Los “cadells” de Vic, a los ojos del arrabal de la ciudad, no habrían sido un bando menos feudal o más popular que los “nyerros”. Digamos, pues, que ambos bandos pudieran tomar, según los casos, una coloración diferente y no necesariamente inalterable en el transcurso del tiempo. En la Cataluña del siglo XVII “nyerros” y “cadells” se convirtieron en realidad, en las identidades convencionales de una serie de conflictos particulares de naturaleza a veces muy diversa. Igual, más o menos, que otras bandosidades coetáneas de otras latitudes, sean los güelfos y gibelinos de las ciudades italianas medievales, sean los Canamunts y Canavalls de la Mallorca del Seiscientos.

Les lluites de nyerros i cadells a la Catalunya del segle XVII (1590 -1640) : un assaig d’interpretació. Xavier Torres i Sans

En el transcurso de las hostilidades, algunos bandoleros seguidores de una u otra facción, ganaron una celebridad legendaria, como Rocaguinarda, Trucafort o Serrallonga. Sin embargo, las luchas de facción arrastraron cabecillas y seguidores de toda condición: señores feudales, como Carlos de Vilademany o el barón de Savassona, y caballeros de menos vuelo, como los Domènec y Paratge de Bellfort, fueron sus instigadores en el traspaso del siglo XVI; ciudadanos honrados, hombres de leyes y otros prohombres urbanos, al igual que un buen número de campesinos acomodados o menestrales fueron, a menudo, sus seguidores más significados.

Nyerros i cadells: bàndols i bandolerisme a la Catalunya moderna ( 1590-1640) Xavier Torres, Reial acadèmia de bones lletres de Barcelona, quaderns crema, assaig, 1993.

“Perot Roca Guinart natural de Oristá cerca de Prats de Llusanés es el caudillo del partido monacal desde 1607 à1613.
En esta época según es de ver en Cervantes los ciudadanos de Barcelona se hallaban divididos en Nyerros i Cadells, pero el bando de los Nyerros era el que estaba á partir un piñón con el Virey.
Roca Guinart era Nyerro y tenia fama de compasivo mas que de riguroso. Cervantes le presenta apostado en el camino Real de Barcelona é indica que tenia comunicación espedita con la frontera francesa.
La lucha en tiempo de Roca Guinart se concentró en Ripoll. El modo de repartir las limosnas del monasterio fué el botafuego de los odios de una y otra parte.
En 1609 Roca Guinart libró á San Juan de las Abadesas à instancias del Arcipreste, de la influencia de los Cadells.
En 1611 defendió contra ellos el monasterio de Ripoll.
Los monjes de Ripoll obedeciendo á la Curia Romana daban la mitad de sus limosnas á unas monjas de Santa Clara. Los Ripollenses querían restaurar la iglesia parroquial y pretendian que el monasterio les ayudase. El monasterio hacía oidos de mercader á las quejas de los Ripollenses, y estos con el auxilio de los bandoleros Cadells capitaneados por Trucafort sitiaron el monasterio. Mas acudió Roca Guinart sigilosamente con los suyos, penetraron de noche en el monasterio por la parte posterior y al día siguiente se encontraron los Cadells con una resistencia seria. El monasterio quedaba vencedor, pero la lucha salvaje de pedreñales duró mas de un mes en las inmediaciones de la villa.
En 1613 por mediación del monje jerónimo Fr. Marcos de Perpiñán Roca Guinart, pasó al real servicio en Flandes.
E1 partido castellanista trabajaba por todos los medios en ahogar la vida política de Cataluña.”

Nyerros i cadells. Memoria leida en la Real Academia de Buenas Letras en l a sesión de 20 de Abril de 1891

El jefe de cuadrilla de los cadells, Gabriel Torrent de la Goula, conocido como Trucafort, era nacido en Manlleu.

Característiques del bandolerisme a Catalunya entre 1580 i 1640. Judit Caballeria i Casals

Coblas de Trucafort y Tallaferro

Pero si la situación era dramática a finales del siglo XVI, peor fue el primer tercio del XVII. Y no fue tanto por los bandoleros como Perot Rocaguinarda, Trucafort, Tallaferro o los hermanos Margarit, o al canto del cisne de Joan Sala Ferrer, alias Serrallonga, todos explosivos; más lo fue por la violencia ejercida en la represión por parte de virreyes como Almazán, Alburquerque y Alcalá por citar los más conocidos, incluso a nivel de hispanistas tan importantes como Elliott.
… la composición de las cuadrillas era muy elocuente. Porque dos de cada tres bandoleros eran campesinos o hijos de campesinos de diversa categoría, ya fueran algunos caballeros de masias acomodadas – Perot Rocaguinarda-, de solariegas venidas a menos – Joan Sala Serrallonga- o de caseros pobres y endeudados – los hermanos Trucafort.
Pero tal perfil no acaba aquí, ya que una cuarta parte de los efectivos de los grupos eran o habían sido gente de oficio, menestrales. En una palabra, para Xavier Torres, la mayoría de los bandoleros no dejaban de tener unas características bien populares, más avenidas – con los matices que haga falta- a hombres no precisamente acomodados y ricos. Obviamente, los matices se deben tener en cuenta, pero hoy por hoy no hay nada que pueda rechazar la idea de que una gran parte del bandolerismo popular no se desdice de la expresión de Reglà.

Bandolers, bandositats i poder reial a Catalunya entre els segles XVI i XVII. Ernest Belenguer

Garbanzos dulces con membrillos

Receta sacada de « Arte de cozina, padsteleria, vizcocheria, y confiteria. Compuesta por Francisco Martinez Motiño, cocinero mayor del rey ( felipe III) nuestro señor» 1611

Echaras los garbàços a cozer, y quádo esten cozidos tomaras membrillos tanta cantidad como los garbáços, y mondalos, y quitales las pepitas, y cortalos por medio: luego del medio cortaras revanadillas deslgadas a lo largo y a lo ancho del membrillo: luego tomaras manteca de vacas fresca, y freiras cebolla, y los membrillos hasta que esten bien blandos. Luego echalos con los garbanços, y sazona con todas las especies y canela, y un pocode vinagre, y echales dulde de açucar, que esten bien dulces, y tengan poco caldo: luego haras unos tallarines muy delgados, y frielos, y echaras en el plato un lecho de tallarines (aunque se puede servir sin ellos) y otro de garbanços, y açucar, y canela: y desta manera henchiras el plato. Y advierte, que este plato ha de ser bien dulce, y bien agrio: y sino huviere buena manteca, hagase con buen azeite: sino hubiere membrillo, hagase con peros agrios.

« Arte de cozina, padsteleria, vizcocheria, y confiteria. Compuesta por Francisco Martinez Motiño, cocinero mayor del rey ( felipe III) nuestro señor» 1611

El claustro de Santa Maria de Ripoll XIX

Las piedras explican las historias que tus ojos dibujan

Imposta de la galeria Sud-Oriental del segundo piso, primera mitad del segle XV, del taller de Tortosa, construida bajo los abadiatos de Ramon Descatllar i Palasol ( 1387-1408), Marc de Vilalba (1408-1409), Berenguer de Rajadell i de Boixadors ( 1409-1410) i Dalmau de Castellà i Despon ( 1410-1439).

La lucha antifeudal de los habitantes de Ripoll II

La etapa de convulsiones que removióla sociedad catalana a partir de mediados del siglo XIV tuvo también un reflejo puntual en la villa de Ripoll, en forma de protestas repetidas contra el dominio del monasterio. Concretamente, el 1353 los habitantes reivindicaron nuevamente la creación de un municipio consular, y como consecuencia de los avatares del conflicto una veintena de vecinos cabezas de familia tuvieron que huir de la ciudad y refugiarse en Vic. La protesta se repitió a finales de siglo, y en 1387 los vecinos consiguieron por segunda vez la constitución de un municipio consular al margen del control monacal, en este caso por concesión del papa de Aviñón Clemente VII, iniciador del Cisma de Occidente y considerado como “antipapa”. La vigencia de este municipio consular fue también efímera, entre el 19 de octubre de 1387 y el 12 de junio de 1388, ya que en esa fecha el abad de Ripoll obtuvo la ratificación plena de su jurisdicción sobre la villa por privilegio de Juan I en 1389. De esta época datan también reivindicaciones antibaronals de los vecinos de Olot, el otro gran centro urbano sometido a la jurisdicción del monasterio de Ripoll, para obtener municipio consular, cuya constitución fue concedida por privilegio del rey Martín el Humano el 15 de marzo del año 1400. En el año 1560 se produjo un nuevo pleito de los vecinos contra el monasterio para obtener la constitución de un municipio consular, pretensión que fue nuevamente denegada por sentencia de la Real audiencia.
En los primeros decenios del siglo XVII las disensiones entre los habitantes y el monasterio entraron en una fase de fuerte conflictividad, con la ejecución de acciones de intimidación y de represalia por parte del abad contra sus detractores en la población. Concretamente abundan los testimonios sobre los actos delictivos ejecutados por el abad Francesc de Pons contra los líderes de las reivindicaciones de los vecinos, y en estas actuaciones podemos advertir un trasfondo del clima de violencia y de inseguridad que ocasionaba en aquellas tierras la actividad de las cuadrillas de bandoleros. En este contexto el abad Francesc de Pons fue acusado de haber hecho asesinar a Vicens Vazia, notario, y Lluís Villalonga, así como de haber ordenado la ejecución de represalias contra Francesc Laguna, al que fueron arrancados los árboles frutales de sus propiedades, y la voz popular, de la que se hacía eco la acusación, señalaba “que el dicho abad era fautor de bandoleros. Este conjunto de extralimitaciones y violencias atribuidas al abad llevaron 165 vecinos a incoar un pleito para que fuera secuestrada la jurisdicción del monasterio, y la villa de Ripoll fue incorporada al dominio real, privilegio que ya había sido obtenido anteriormente de manos de Alfonso el Magnánimo en 1440. En el memorial redactado por los
vecinos se hace una descripción pormenorizada del clima de coacción y de amedrentamiento a que estaba sometida la ciudad, y se insiste en la connivencia del abad con las partidas de bandoleros, especialmente con el grupo de Perot Rocaguinarda, los cuales se habían convertido en una especie de milicia particular al servicio del monasterio y contra las reivindicaciones de los habitantes.

“ Aproximació a l’estudi del domini baronal del Monestir de Ripoll (1266-1719) per Josep M. Torras i Ribé” dins el marc del Primer Congrès d’Història Moderna de Catalunya 1984.

Receta sacada de « Arte de cozina, padsteleria, vizcocheria, y confiteria. Compuesta por Francisco Martinez Motiño, cocinero mayor del rey ( felipe III) nuestro señor» 1611

Platillo con membrillos:

Estos platillos podras hazer sin rellenos; tomaras los pollos, o pichones a medio cozer, y partirlos has en medios, o en quartos, y assentarlos has en un cazillo, o caçuela, y freiras tozino en dados, que sea muy menudo, y esté bien frito. Luego echa cebolla picada muy menuda, y friela, y echaras membrillos cortados delgados, como quié corta cebolla larga, y echarlos has en la sarten con la cebolla, y el tozino y frielo hasta que los membrillos este blandos, y echalo todo en el cazillo, de manera q queden cubiertos los pollos, o pichones; luego sazonaras con pimiéta y nuez, y xengibre, y canela, y echaras un poco de vino, y un poquito de vinagre, y cosa de seis onças de açucar, y echarle has caldo hasta que se vañe por encima, y cueça hasta que se apure, que quede como conseruado. Sirvelo sobre revanadas de pan tostado, y componlo con algunas torrijas, o algunas ubres de ternera tostadas. No los saques con cuchar, sino con el mismo cazito lo puedes echar en el plato, porque quede de la misma manera que està en el cazito. Estos platillos no es bueno hazerse muchos juntos, porque no se andé cuchareando, sino cada plato de por si, en caçuelas, o en cazillos. En lugar de los pollos, echenle lenguas de vaca cocidas.

« Arte de cozina, padsteleria, vizcocheria, y confiteria. Compuesta por Francisco Martinez Motiño, cocinero mayor del rey ( felipe III) nuestro señor» 1611

 

El claustro de Santa Maria de Ripoll XVIII

Las piedras explican las historias que tus ojos dibujan

Imposta de la galeria Sud-Oriental del segundo piso, primera mitad del segle XV, del taller de Tortosa, construida bajo los abadiatos de Ramon Descatllar i Palasol ( 1387-1408), Marc de Vilalba (1408-1409), Berenguer de Rajadell i de Boixadors ( 1409-1410) i Dalmau de Castellà i Despon ( 1410-1439).

El gallo de Santa Caterina

La lucha antifeudal de los habitantes de Ripoll

A partir de esta descripción sumaria de los derechos que gozaba el monasterio, podemos deducir perfectamente la dureza del régimen señorial impuesto a Ripoll, y la indefensión a que eran sometidos sus habitantes desde el mismo momento de la fundación de la villa. No es de extrañar, pues, que los indicios de conflictividad generados por este dominio abusivo sean numerosos a lo largo de los siglos. El primer testimonio conocido sobre las disensiones entre el abad y los habitantes de Ripoll se remonta al año 1266, en que los vecinos incoar un pleito contra la jurisdicción que ejercía el abate sobre la población. A finales siglo XIII rebrota nuevamente el conflicto entre la población y el monasterio, y en este caso se obtuvo por primera vez la constitución de un municipio consular, aunque su funcionamiento debió ser muy efímero, ya que en 1297 fue concertada una transacción entre el abad y los habitantes, por lo que estos renunciaban – podemos suponer que bajo coacciones diversas- la elección de cónsules. A pesar de que las noticias sobre estos eventos sean escasas las repercusiones en la población debieron ser importantes, ya que su recuerdo perdura en el tiempo en forma de una celebración tradicional, conocida como la fiesta del Gallo de Santa Caterina. En su transcurso, y durante siglos, el pueblo mataba un gallo a palos, siendo el gallo el símbolo abacial (derivado de la etimología popular de Rivi-pullo), y con esta matanza se representaba la lucha contra la opresión del monasterio sobre la población. Un ceremonial de características similares fue ejecutado igualmente en el caso de Olot en 1400 para simbolizar también la liberación de la ciudad del dominio del abad de Ripoll, por privilegio de Martín el Humano. En este caso se construyeron dos castillos de madera alusivos a la jurisdicción del abad, que fueron derribados solemnemente a hachazos en presencia del procurador real y de los habitantes de la población.

 

“ Aproximación al estudio del domini baronal del Monasterio de Ripoll (1266-1719) por Josep M. Torras i Ribé” dentro del Primer Congreso de Historia Moderna de Catalunya 1984.

Sopa de pollo y canela

Para esta otra receta medieval vamos a necesitar lo siguiente:
Ingredientes:
Cuatro muslos de pollo
Jengibre
Clavos de olor
Vino tinto
Pimienta
Canela en rama
Sal
Almendras peladas
Grasa de cerdo

 

Primero tomamos una cacerola con agua, le ponemos los muslos de pollo y el vino tinto, se condimenta con sal y pimienta, y lo hervimos durante 45 min, luego retiramos el pollo y se guarda todo. Cogemos otra cacerola y la  calentamos con la grasa de cerdo, hasta que se derrita por completo, luego vamos a tomar los muslos de pollo y los freímos en la grasa de cerdo hasta que se doren completamente, agregamos dos tazas del caldo que hicimos en primera instancia, colocamos ramas de canela, jengibre y clavos de olor al gusto, molemos las almendras en un mortero y se coloca, se deja hervir y que espese y a disfrutar esta sopa de pollo con canela.

Recetas medievales