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De toda la anterior relación de los sucesos de Ripoll resulta muy claro que el daño causado por la agresión de los migueletes a los edificios monacales no tuvo importancia. Sólo ardió el interior del templo y el archivo y biblioteca. Los claustros y casas de los monjes, ni poco ni mucho participaron del fuego; y aun del mismo templo sólo ardió lo interior, como retablos y adornos, pues la bóveda permaneció intacta, y mucho más la superior techumbre. Tan entero quedó el edificio del templo que Don Eudaldo Raguer alcanzó que de nuevo se pudiese en él decir Misa. La restauración era asunto fácil; y sin embargo, al cabo de algunos años, el Monasterio se había trocado en un rimero de ruinas. Debemos ahora estudiar por qué caminos se llegó a tan fatal resultado.
Empezó este período por el más completo abandono del Monasterio, que quedó a merced de todo rapaz y mal intencionado: y así no cesaría el golpear paredes, cimientos y techos, el revolver tumbas y abrir boquetes, todo por la avidez de hallar dinero. Tales pesquisas no producían otro resultado que destrucción. Sólo tiempo adelante en la casa que en 1835 habitaba el Prior Don Juan Lianza se halló dinero en un escondrijo antiguo. En algunos de los edificios monásticos se instaló el Hospital, ignoro la época fija.
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De rudísimos y aun heroicos deben graduarse el ataque y la defensa de Ripoll, a cuyo terminar, en 27 de mayo de 1839, los carlistas la entraron. «Más de «quinientos moradores habían perecido; «los que sobrevivieron fueron, dispersa-«dos ó hechos prisioneros de guerra» y la villa arrasada. Cuando, terminada la guerra, los ripolleses se afanaron en reconstruir y restaurar su población, acudieron sin escrúpulo a los edificios monasteriales, y cual si fueran cantera común, con sus materiales procuraron edificar sus casas.
«Si el monasterio quedó desolado,» escribe el ripollés Padre Portusach, «por el «incendio, mucho más se deterioró por los «destrozos y robos que consecutivamente «ejecutaban los naturales de la villa. «Entre otros un picaro que servía en clase »de hospitalero, (cuyo hospital estaba) «situado en los aposentos menos ruinosos «del monasterio, se ocupaba de noche en «aserrar los extremos de las vigas ó vi-«guetas de los claustros para hacer que »se cayesen poco á poco, y aprovecharse »de ellas».
Del estado del monasterio al finir de 1840 nos certifica con minuciosas y abundantes noticias el siguiente borrador de oficio que existe en el Archivo del señor Marqués de Dou. Va dirigido por el Alcalde de Ripoll al Intendente de la provincia:
«Alcaldia const. de Ripoll—M. I. S.— A fin de dar puntual cumplimiento á lo que se sirve V. S. prevenirme con oficio 9 de Nov.e último, á consecuencia de lo acordado por la Junta de enagenacion de edificios y efectos de los suprimidos monasterios de esta Prov.a para que en unión con el Síndico de este Ayuntamiento intervengamos en las operaciones del Comisionado de Amortización en esta villa, de la inversión que se da á los efectos que se utilizan para las obras, haciéndonos responsables de cualquiera malversación que se haga, trasladamos el calendado oficio á dicho Comisionado, y pasamos personalmente á inspeccionar el estado actual de los edificios resultando ser el que se manifiesta en la adjunta nota, tomada en presencia y con intervencion del mismo Comisionado.
Por ella podrá enterarse V. S. y esa Ill.e Junta del estado de los edificios de este suprimido Monasterio, y de lo poco que queda útil para las obras. El edificio de la Iglesia, sus sólidas paredes, y el tejado se hallan en buen estado, pero han desaparecido las piedras del pavimento, y de las escaleras, no habiendo quedado más que lo material del edificio. Se han habilitado las casas de los monjes simples para habitaciones, la casa llamada de la Colecta, y la del Sacristán Mayor, cuyas obras no están todavía concluidas; de los demás no han quedado más que fragmentos de paredes que se van desmoronando y cayendo, y algunas maderas la mayor parte averíaselas, y de poco ó ningún valor. El antiguo pórtico de piedra con figuras de relieve la mayor parte ya mutiladas, los hermosos claustros con colunas de jaspe, la magnífica Abadía, y demás edificios, en los que no quedan más que las paredes, todo en descubierto, y expuesto á la intemperie del tiempo de modo que en breve no presentará más que un montón de ruinas.
Tal es el deplorable estado de este antiguo Monasterio, y de sus antes hermosos edificios, poniéndolo al conocimiento de V. S. á los fines que juzgue más convenientes, y para cubrirnos de responsabilidad que pudiera exigírsenos, reducida casi á la nulidad, por ser ya muy pocas y casi de ningún valor las maderas, tejas y efectos que pueden sutilizarse para las obras.
Dios Ripoll 26 de Dic.e 1840-
I. S. Intendente de la Prov.a de «Gerona.»
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Las gentes empezaron el robo de materiales durante la noche, después lo extendieron ya a las madrugadas, y acabaron al fin efectuándolo en plena luz del sol. En los comienzos lo callaban, pero después ellos mismos paladinamente decían de qué lugar los sacaban. Es verdad que el encargado por la desamortización vendía algunos, pero lo es también que el robo abundó, pues el abandono había durado por mucho tiempo. Ya indiqué que el incendio en el templo no llegó a la bóveda, mas como (no sé si vendido por el Estado) se quitó el armazón de la techumbre superior y las tejas, la bóveda quedó al descubierto, y así las lluvias, nieves y demás agentes naturales la desplomaron. El hundimiento ocurrió en 1852.
Los Religiosos en Cataluña durante la primera mitad del siglo XIX / por Cayetano Barraquer y Roviralta .
Capítulo XIV. La persecución de 1835 en los monasterios benitos. 1915. (UAB)